#96 La indefensión que el trader ha aprendido
Cuando dudamos de si nuestro pobre desempeño en los mercados tiene solución.
Va a ser difícil, pero intentemos no verter juicios sobre el señor Seligman. Muchos experimentos de dudosa ética se han realizado a lo largo de la historia en nombre de la ciencia. En el caso que nos ocupa, con perros. Creo que lo mejor que podemos hacer ahora es honrar la aflicción de los canes aprendiendo de aquello. Durante los años 70, Martin Seligman desarrolló una teoría que, si bien en un principio sirvió para explicar el comportamiento animal, posteriormente se ha mostrado capaz de aclarar un número importante de fenómenos psicológicos en las personas. Un científico sádico encierra a un perro en una jaula donde la mitad del suelo está electrificado. Cada vez que suena un pitido, se produce una descarga. El perro siente el calambre y de un salto escapa a la parte de la jaula no electrificada. El dolor le enseña rápidamente dónde debe situarse para no sufrir las descargas. Cuando ya entiende que al sonido le seguirá el dolor, el científico pasa a la siguiente fase del experimento. De electrificar la mitad del suelo, a hacerlo por completo. Ahora, decida lo que decida el animal, sufrirá la descarga. Eso le «enseña» que no es necesario que haga nada. No pude huir. No hay salida. La había antes, pero ya no. Su esfuerzo es inútil y el dolor inevitable. Haga lo que haga, siempre obtendrá el mismo resultado negativo. Entonces, ¿para qué hacer nada? Se resigna a quedarse quieto y esperar a que llegue la sacudida. Seligman descubrió que, tras someter al perro a descargas eléctricas sin posibilidad de escapar de ellas, este no emitía ya ninguna respuesta evasiva, aunque, aún más sorprendente, la jaula quedase abierta para escapar. En otras palabras, había aprendido a sentirse indefenso y a no luchar contra ello. Esa pasividad, esa resignación, son muy propensas para el trader en novel.
De este y otros experimentos del estilo nació el principio de la Teoría de la Indefensión Aprendida de Martin Seligman. Sirvió para comprobar fenómenos similares en el comportamiento humano, especialmente asociados a estados depresivos. La mente del trader primerizo acaba viviendo algo muy parecido a lo que siente una persona deprimida: haga lo que haga, pierde. Su cuerpo segregará la misma amalgama química que alguien afligido, ansioso, estresado y abatido por la acumulación de pérdidas y fracasos en sus intentos de alcanzar la rentabilidad. Al igual que el destino de ese perro es la resignación, el abandono y la pasividad, dudamos de si nuestro pobre desempeño tiene solución. Nos preguntamos hasta cuando aguantar. Aprendemos un nuevo sistema que no conseguimos que sea ganador. Cambiamos de mercado, de activo, de temporalidad, y seguimos perdiendo. Tomamos otra formación, pero no sirve. Un nuevo canal de Youtube o grupo de Telegram que habla de ICT, o cualquier otro método de moda, y los resultados se aferran a la mediocridad. Y respiramos, recordamos por qué queremos ser traders, recargamos fuerza de voluntad y volvemos a la lucha. Como el pobre perro antes de rendirse, estamos convencidos de encontrar la parte de la celda en la que no hay descargas. Pero, ¿cuánto dolor estamos dispuestos a soportar antes de perder toda esperanza? ¿Cómo es que todo ese esfuerzo y dedicación no nos llevan al trading rentable y consistente?